Viñedos El Pacto es un camino de vuelta al origen con un propósito firme: no dejar que se extingan los auténticos vinos de pueblo. Un puñado de viñas viejas, ajenas a la vorágine de la industrialización, han mantenido el calor de la pequeña escala, el trabajo manual y el respeto a los ciclos naturales. Desde la Sonsierra y el Alto Najerilla, en el corazón de Rioja, nace este pacto de agradecimiento y continuidad que une pasado y presente para asegurar el futuro.

Los vinos de El Pacto están anclados al origen, vinculados emocionalmente a la tierra en la que nacen.

Seis vinos componen este particular viaje a los orígenes de la Compañía de vinos Vintae. El Pacto del Alto Najerilla y El Pacto de la Sonsierra recuperan la esencia y la autenticidad de los vinos de pueblo de estas dos zonas, ligadas a la viticultura durante toda su historia.
Riojanda y Valdechuecas son los dos vinos de "Viñedos Singulares", catalogados por el Ministerio de Agricultura por ser parajes únicos, que deben probar su peculiaridad. Dos parajes extraordinarios donde el protagonista absoluto es el terroir.

En la Sonsierra siempre se ha cultivado la vid, probablemente porque sus condiciones geográficas y su clima son perfectos para ella. Protegida por la Sierra del Toloño, que hace de barrera frente a las lluvias del Cantábrico, es una zona muy aireada gracias al cierzo, que ventila los racimos y les aporta un frescor innato y su carácter atlántico. La orientación sur de los viñedos permite temperaturas suaves durante todo el año, precipitaciones en invierno y una buena variación térmica entre el día y la noche, lo que contribuye a la maduración óptima de la uva añada tras añada.

La orientación sur, la alineación y los suelos pobres hacen de la Sonsierra una comarca idónea para cultivar la vid.

Los suelos de la Sonsierra son mayoritariamente arcillo-calcáreos, muy bien drenados y con un contenido muy bajo en materia orgánica, suelos pobres que inducen a rendimientos bajos en los viñedos, y aumentan la calidad general de los racimos. Baños de Ebro, Villabuena de Álava, San Vicente de la Sonsierra o Navaridas acogen viñedos únicos, mimados y preservados por manos sabias, capaces de dar lugar a vinos expresivos y con una singular frescura.

El Valle del Alto Najerilla es uno de los tesoros escondidos de Rioja, una zona a los pies de la Sierra de la Demanda, que corona el monte San Lorenzo, con 2200 metros de altitud. Durante décadas, en esta zona la uva no llegaba a madurar por su altitud y su frescura, y siempre han sido muy codiciados sus blancos y claretes.  Con viñedos plantados por encima de los 600 metros, los efectos del cambio climático y el aumento de las temperaturas medias han propiciado una maduración óptima consiguiendo un equilibrio inusual hasta entonces.

El Alto Najerilla esconde un tesoro de viñedos centenarios con una protagonista: la Garnacha.

Es una comarca que esconde un tesoro de viñas viejas, conservadas durante varias generaciones, una zona alejada de los grandes focos de Rioja, que ha mantenido vivo su patrimonio de viñedo centenario con una variedad protagonista: la garnacha. Los suelos característicos del Alto Najerilla son sobre todo arcillo ferrosos y con mucho componente pedregoso, una combinación que potencia el carácter mineral de los vinos.

Cárdenas, Badarán o Nájera guardan viñedos cuidados con esmero por varias generaciones, que ahora nos ofrecen vinos honestos, que muestran el paisaje del que proceden.

RIOJANDA 42º32'57.3" N 2º36'45.0" W

Plantado hace más de 100 años en Navaridas, Riojanda es un auténtico Arca de Noé vitivinícola.

En sus dos pequeñas parcelas de menos de un cuarto de hectárea, conviven las cepas mayoritarias de Tempranillo con Graciano, Mazuelo, variedades blancas e incluso desconocidas. Multitud de clones de cada variedad que, junto al resto de vegetación presente en el viñedo, forman un grupo de ecosistemas de biodiversidad única.

Plantado al marco real sobre suelo arcillo calcáreo, tiene un rendimiento ínfimo, de menos de un kilo por cepa y se cultiva con técnicas biodinámicas.

VALDECHUECAS 42º21'58.1" N 2º46'24.0" W

En Valdechuecas surcamos las raíces familiares, directos a la esencia de la Garnacha más fresca de Rioja.

Valdechuecas es el testimonio líquido del amor de una familia, los Acha, por sus viñedos. Ubicado en su pueblo, Cárdenas, en la comarca del Alto Najerilla, varias generaciones han cuidado y mantenido estas parcelas desde que las plantaran entre 1912 y 1918. Algo menos de una hectárea poblada de Garnachas, Tempranillos, Malvasías, Viuras, Gracianos y Mazuelos, además de olivos, higueras o membrillos sobre suelo arcillo ferroso.

Multitud de especies para crear un micromundo de vida diversa, que se mima con una filosofía de mínima intervención, dejando que la naturaleza siga su curso.

Viñedos El Pacto da rienda suelta a la fuerza de lo natural a través de la viticultura orgánica completamente manual que respeta el curso vital de la naturaleza. Comprometidos con el entorno, el trabajo en el viñedo supone una vuelta a las prácticas que se llevan a cabo hace cinco décadas. Una labor de azadón y segadora, que mima los viñedos viejos para conservarlos.

Las labores van desde el mantenimiento de una cubierta vegetal a las podas siguiendo los ciclos naturales y, por supuesto, el muy limitado uso de tratamientos, siempre de agricultura ecológica y cuando son estrictamente necesarios. Así, estos viejos viñedos dan vinos singulares, pues solo reflejan la personalidad única de sus viñas.

Ese carácter no solo lo aporta la edad, sino la propia configuración del viñedo, que conserva clones tradicionales mediante la plantación masal, aportando una diversidad no habitual en viñedos modernos. En un mismo viñedo se mezclan clones muy heterogéneos de la variedad de uva mayoritaria, además de cepas sueltas de otras variedades tintas y blancas, incluso algunas desconocidas.

Viñas viejas y sabias, viticultura de siempre.

Durante décadas, y aún en la actualidad, el viñedo en La Rioja ha sido uno de los bienes más preciados de la familia, donde se depositaba el esfuerzo de padres e hijos. Entre las cepas de su familia creció Raúl Acha, principal impulsor de Viñedos El Pacto. Dicen que la pasión también se hereda, y la de Raúl por sus viñas no se entiende sin la de las generaciones que le precedieron.

JESÚS ACHA

Jesús Acha (1930-2017) era viticultor, un hombre que pasó su vida en los viñedos de su pueblo, Cárdenas. Allí llegaron sus antepasados siglos atrás y allí empezó una estirpe de viñadores, incontables generaciones de una familia han dedicado su existencia a la vid, superando crisis y dificultades a través de los tiempos.

El patriarca de los Acha forjó su pasión por la viña a lo largo de 77 vendimias, pero la primera parcela que vendimió, con tan solo 10 años, fue Senda de Haro, la viña de sus ojos, con la que se elabora desde 2016 el vino que lleva su nombre y personaliza el homenaje a las raíces que supone Viñedos El Pacto. Este vino guarda embotellado el legado vital de Jesús, y refleja cómo la mano del hombre puede llevar a su máxima expresión un viñedo y un terroir únicos.

RAÚL ACHA

Raúl Acha es el alma de los vinos de Vintae, director técnico y enólogo, siempre afirma sentirse, sobre todo, viticultor. No es raro siendo la penúltima generación de esa cadena familiar y habiendo vivido entre viñedos. Su padre era un viticultor cosechero, elaboraba vino en casa, y esos modos de hacer, esa sabiduría heredada, llega hasta Viñedos El Pacto, con vinos que hacen perdurar la tradición. Raúl Acha es un firme defensor de que el vino se elabora en el viñedo, por eso apuesta por el trabajo manual, la recuperación de técnicas ancestrales y, sobre todo, la mínima intervención para respetar los ritmos naturales de la vid en simbiosis con su entorno.

La filosofía de elaboración de Viñedos El Pacto es la artesanía. La mano del hombre actúa lo mínimo para pasar desapercibida.

El Pacto del Alto Najerilla 2022

El Pacto de la Sonsierra 2020

El Pacto de Cárdenas Ojo Gallo 2022

Riojanda 2021

Valdechuecas 2021

Jesus Acha Blanco 2016